“Decir de él que no robó nunca, a pesar de haber estado cerca de 10 años en el poder –del que salió, en las dos ocasiones, más pobre de lo que entró-, es decir mucho, en un país donde, en los últimos 20 años, el saqueo de la riqueza nacional y la cleptocracia gubernamental han sido prácticas generalizadas (...) Alan García y Alberto Fujimori agravaron la crisis, añadiéndole una dosis de demagogia, violencia y corrupción tales que, desde entonces, para muchos peruanos de las nuevas generaciones la palabra política resulta ahora indisociable del chanchullo, la mentira, la intriga menuda, la sinvergüencería y, sobre todo, la rapiña”, escribía Mario Vargas Llosa sobre Fernando Belaunde Terry en junio del 2002, pocos días después de la muerte del líder y fundador de Acción Popular.

Me acuerdo de estas palabras hoy que algunos congresistas de Acción Popular se siguen acomodando a todo, con tal que no les falte nada. Alzan la voz para decir que son responsables y por eso se oponen a las reformas de adelanto de elecciones. Nnca hacen caso a las demandas de sus representados. No les importa el deslizamiento del país hacia la debacle política y social, lo único que les interesa es alargar la permanencia en sus puestos (y mantener sus sueldos y privilegios) hasta Dios sabe cuando.

En sus regiones son frenéticos promotores del cambio, pero luego de las bulliciosas promesas se transforman en banderas del chanchullo y la sinvergüencería.

Los “Niños” suman para que el Congreso sea un tedioso teatro, una ficción de la verdad. No es posible que en una semana el Pleno haya realizado 11 votaciones para el adelanto de elecciones y todas fueron en contra. Y eso sin contar que hubo una más en la Comisión de Constitución que corrió la misma suerte. Para los congresistas todo marcha bien, nada se puede cambiar. Van contra el clamor de la gente.

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