El periodista y extécnico de la selección brasileña, Joao Saldanha, decía que “más difícil que ser presidente de la República es ser entrenador de un equipo nacional”. Me acuerdo de esta frase al observar hoy el estado de ánimo del país. Dina Boluarte es ampliamente rechazada por todo el país, le piden la renuncia y le dicen de todo en las calles, tiene 84% de desaprobación, según la mayoría de encuestadoras, y solo la sostiene el Congreso. Juan Reynoso está peor, todo el Perú le pide que se vaya y lo hace responsable de esfumar su única ilusión que tiene en un país golpeado por la corrupción, crisis económica e inseguridad ciudadana: clasificar al mundial del 2026.

Ambos tienen similitudes. La primera es que siguen como si nada, como si tuvieran un mundo aparte que los respalda. Dina dice que vivimos en un país en calma y paz, mientras Reynoso no comparte la opinión que Bolivia nos haya superado. “Es una situación a revertir. Mientras yo vea el esfuerzo de los chicos  y su bronca, me ilusiono”, dijo. No se dan cuenta que vivimos en un tiempo en el que los resultados rigen para todos. Y para ellos no debe ser la excepción. Si alguien no cumple los objetivos tiene que irse.

Como decía el argentino Jorge Valdano: “No hay mejores relaciones públicas que el resultado”. Con razón Napoleón sostenía que “el mejor orador es el triunfo”. Y con mucha mayor razón el gran Roberto Chale siempre me decía: “La identidad del fútbol peruano lo dan los resultados. Si ganas esa es la que sirve, si pierdes no hay identidad que aguante”.

Si no hay resultados (mejorar la calidad de vida de los peruanos o que la pelota ingrese a la valla rival), será difícil que quieran a la presidenta o al entrenador de la selección.

No sé ustedes, pero para mí Dina Boluarte y Juan Reynoso no se interesan por la gente sino por sí mismos. Quieren llegar al 2026 como sea. Vapuleados, abucheados, demolidos, desacreditados, como sea. Sin importarles lo que diga la gran mayoría de peruanos.

Mientras tanto, los únicos que celebran son los congresistas. Cuando todo el Perú se lamentaba y se sumía en la tristeza, ¿vieron como festejaron los parlamentarios porque se aprobó el retorno a la bicameralidad? Parecía que la selección había clasificado al mundial.

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