Nadie que actúe con sensatez podría negar que Fidel Castro fue uno de los más importantes personajes de la historia del continente americano del siglo XX. Su febril deseo de alcanzar el poder en Cuba se hizo realidad con el asalto de La Habana, junto al Che Guevara y a Camilo Cienfuegos, hace 62 años, el 1 de enero de 1959, haciendo huir de la isla al dictador Fulgencio Batista, pertrechado en la idea de que EE.UU. lo iba a respaldar. La Revolución Cubana tan pronto triunfó fue desnudando sus verdaderas intenciones comunistas que el propio Fidel confirmó poco tiempo después. Por esa razón, Washington, incluidos la CIA y el Pentágono, la tenían jurada a Castro e intentaron derrocarlo con la frustrada invasión de Bahía de Cochinos en 1961. Luego vendría el rompimiento de relaciones diplomáticas con la isla y el embargo económico, pero la Revolución seguía afirmándose. Castro fue el mayor violador de los derechos humanos en su país. Victimiza su actuación y su causa, movilizándose por diversos continentes, logrando que una parte de la comunidad internacional, se identificara con sus propósitos, como sucedió con los Países No Alineados. La Guerra Fría acabó en 1989 con la caída del Muro de Berlín y con este episodio todo el comunismo liderado por la Unión Soviética se extinguió dos años después. Nada de lo anterior era un buen presagio para Cuba, que vivió más de tres décadas bajo los auspicios de Moscú. Era evidente que sin el apoyo soviético, la isla y Fidel sentirían el mayor impacto de la precipitación comunista. Ante ello, Fidel hizo un mea culpa tácito y decidió que su hermano menor, Raúl, inicie el proceso de restablecimiento y normalización de las relaciones con EE.UU, casi al final de la administración de Barack Obama. Al 2021, Cuba tiene un presidente joven -Miguel Díaz-Canel- que no es parte de la generación de los guerrilleros de 1959, aunque Raúl todavía mantiene control político. Díaz-Canel lo sabe y mientras Raúl siga vivo le profesará total lealtad. Lo que siga será inexorable para que Cuba se abra al mundo como tanto lo pidió Juan Pablo II (1998), pues este país deberá recuperar el largo tiempo perdido.