El gobierno ha decidido dar prioridad a los visitantes de la APEC y a los organizadores del paro, relegando a los niños y jóvenes escolares. En lugar de garantizar sus clases presenciales, ha optado por suspenderlas en el último minuto, creando desconcierto en las escuelas y familias. Alegando que es “por el bien de los niños”, esta medida desconoce las dificultades de las clases virtuales, que son ineficaces y complican la rutina familiar. Muchos padres trabajan fuera de casa y no pueden atender las conexiones de sus hijos, quienes también enfrentan problemas de acceso a Internet y dispositivos.
Las evidencias recogidas durante la pandemia y los paros escolares sobre la educación virtual ayuden inequívocamente a las brechas tecnológicas que produjo disminución en el rendimiento académico y en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, que suelen fortalecerse en un entorno presencial. También quedó claro que muchos docentes no contaban con las herramientas ni la formación adecuada para adaptar eficazmente sus metodologías a un formato digital, lo que afectó la calidad de la enseñanza.
Además, creer que paralizar la ciudad va a persuadir a los visitantes de la seguridad de Lima y bondades para los turistas es una expectativa torpe que insulta su inteligencia.
Desde los escritorios ministeriales, parece que los niños no son una prioridad. A pesar de que estas críticas rara vez impactan en las autoridades, expresar el malestar es necesario. Si una sola autoridad reflexiona y considera opciones más inteligentes en el futuro, esta denuncia habrá tenido un propósito.