Alemania, una vez rendida y derrotada al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), quedó deshecha y hubo que reconstruirla. Por eso, tal como en la Conferencia de Yalta, en febrero de 1945, que reunió a los estadistas de EE.UU., Rusia y el Reino Unido, 5 meses después, ya capitulada la capital del país que Hitler había llevado a la locura del belicismo europeo y mundial, en las afueras de Berlín, se produjo la Cumbre de Potsdam, que finalizó un 2 de agosto como hoy de 1945, luego de 15 días de negociaciones sobre el destino teutón.

Lo más relevante fue el acuerdo de los aliados de la devolución de los territorios anexados por la Alemania Nazi, la separación definitiva de Austria, las llamadas 5D: desmilitarización, desnazificación, descentralización, desindustrialización y democratización, y, finalmente, la persecución de los criminales de guerra nazis, luego juzgados por el Tribunal de Nuremberg, que de manera implacable los ajustició.

Potsdam debía asegurar de que los nazis no tuvieran ningún atisbo de recuperación y por eso sus decisiones no tuvieron marcha atrás en el futuro de Alemania. Luego de esta etapa vendría, muy pocos años después, la decisión de la Casa Blanca del denominado Plan Marshall para el resurgimiento de una Alemania democrática. Ya sabemos que al final, por el influjo de la Guerra Fría, el país terminó partido entre el capitalismo y el comunismo, que solo acabaría con la reunificación al advenir la caída del Muro de Berlín en 1989, cuando se estaba produciendo en el globo la precipitación de la Unión Soviética. Potsdam enseñó cómo el poder de los grandes decidió el destino geopolítico del derrotado, algo que podría pasarle a Ucrania.