Los historiadores consideran genéricamente que la historia es la ciencia que tiene como objetivo el estudio de sucesos del pasado, que son abordados y narrados cronológicamente. Eso hace que en los textos escolares se enfoque de esa manera, grado a grado, empezando en la antigüedad y acabando en nuestros tiempos. La pregunta es por qué los contenidos de tal narrativa tienen que girar en torno a la vida política de las naciones; es decir, de sus gobernantes y períodos gubernamentales, sus personajes, sus guerras y los cambiantes límites geográficos. ¿Es esa la mejor manera de cultivar el pensamiento histórico y la relevancia de la historia como factor que ayuda a entender los desarrollos presentes y futuros de la humanidad?

Al menos para los estudiantes de colegio y universidad, no parece la mejor opción. Quizá se lograría más si se pudiera diversificar el foco de interés estudiando diversas historias. Por ejemplo,

historia de las religiones, historia de la justicia social, historia de la economía, historia de la ciencia, historia del arte, historia del racismo, historia del feminismo, historia de los derechos laborales, historia de la democracia, historia del movimiento LGTB, etc.

Cada una de ellas pone el foco de atención en un tema relevante para nuestros tiempos y permite identificar los factores críticos que contribuyeron a construir la realidad actual. De este modo, a la par que se cultiva la capacidad de investigar y desarrollar el pensamiento histórico, se amplifica la comprensión de las raíces de los problemas actuales, y por lo tanto, de las formas más eficaces de intervenir para perfeccionarlos.