La minería es una actividad que genera empleos directos e indirectos a más de un millón de peruanos; aporta con el 10% al PBI y genera enormes ingresos al país, toda vez que la exportación de minerales representa más de la mitad de las exportaciones peruanas. Y cómo si ello fuese poco, aporta la mitad de su utilidad a los gobiernos regionales y locales. De contar con autoridades honestas y competentes, la población de estas regiones deberían tener todas sus necesidades satisfechas.

Pero no es así. Una evidencia es lo que viene ocurriendo hace más de 50 días en Cuajone, donde un grupo de comuneros han bloqueado la salida de agua de la mina, poniendo en riesgo la salud y la vida de más de 5 mil familias que han sido violentados en sus derechos humanos sin que alguna ONG haya alzado su voz de protesta.

Ello, ha conllevado a la paralización de la mina en un contexto donde el precio de los minerales se viene incrementando en algunos casos en más de 150%. Cómo es evidente, esta paralización afectará la economía de todos los peruanos. En un momento donde el costo de vida se incrementa por la inflación, imagine usted qué pasaría si el Perú no contara con los dólares que ingresan gracias al precio de los minerales. Seguramente el impacto sería mucho mayor toda vez que el dólar también subiría, encareciendo aún más los bienes y servicios.

.Lo que viene ocurriendo en la minería y con sus trabajadores nos debe llevar a una profunda reflexión y a repensar nuestro rol en la sociedad. ¿Es válido quedarnos callados? La respuesta es No. Por ello, los invito a releer esta frase si es que no queremos convertirnos en la próxima víctima: “primero vinieron por los socialistas y no dije nada porque yo no era socialista; luego vinieron por los sindicalistas y yo no dije nada porque yo no era sindicalista; luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío; luego vinieron por mí y ya no quedó nadie para hablar por mí”.