La condena unánime a los excesos verbales de Ricardo Zúñiga, personaje televisivo conocido como el “Zorro Zupe, en contra de Mirella Huamán, mamá de la niña Camilita, ultrajada y asesinada por un adolescente de 15 años de edad, fue tendencia en una semana en la que nuevamente se puso sobre el tapete la nula existencia de un protocolo para cubrir y tratar en los medios, especialmente en televisión, un delito tan terrible y doloroso como la violación y posterior asesinato de una pequeña. El referido panelista del hoy fenecido programa “Válgame” de Latina, que fue cancelado a los pocos días del incidente, en plena emisión en vivo y teniendo a la madre de la víctima al otro lado de la línea, no tuvo mejor idea que insultarla: “¿Quién te ha dicho que no es tu culpa, oye, inhumana? ¿Te estás dando cuenta de lo que estás diciendo? Si tú hubieras estado con tus hijas, esto no estaría pasando, ¡despierta! Tu hija estaría viva en estos momentos. Tu peor castigo va a ser vivir sabiendo que por tu culpa asesinaron y violentaron a tu hija, ¡bestia!”. Cero empatía, nula capacidad de análisis, ni una pizca de cordura para tratar una tragedia que va más allá de lo evidente. Y qué se podría esperar de una persona que no es periodista, que no sabe de lo que es el oficio y que es elegida para dar una opinión por un equipo de producción que solo busca el impacto mediático y el raje. La gran culpa de que estos personajes aparezcan y se apoderen de las pantallas no la tienen ellos, ni tontos para decir no a una propuesta de ser parte de un programa en señal abierta, la tienen quienes los convocan y que cuando la situación se les va de las manos se hacen los locos y miran para el techo. Si hasta a los periodistas más cuajados se les escapa de vez en cuando un disparate, imagínense a los que no los son, y van a apelar a lo más elemental, lo básico. Para opinar sobre temas tan lacerantes y desbocarse con lo primero que se les viene a la cabeza ya tenemos a las redes, reino del exceso, pero quienes están frente a una cámara deben tener mucho cuidado en juzgar y sentenciar que para eso siempre estarán las autoridades. Mucho menos pretender que una joven madre, fruto de la desigualdad, la carencias, y hasta el abuso, se comporte a la altura de quienes lo tuvieron todo y que con mucha facilidad y sin pensar señalan impávidos con el dedo.

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