Se habla mucho en los foros educativos, psicológicos y económicos sobre la crianza y el cuidado de los hijos así como los gastos que eso implica hasta volverse independientes y eventualmente dejar el hogar de sus padres, con lo que teóricamente dejan de ser una carga económica para ellos. (Digo teóricamente, porque por la creciente dificultad de tener ingresos suficientes, muchos siguen necesitando la ayuda económica de sus padres).

De lo que se habla poco es de los padres de estos padres, que una vez que se jubilan o envejecen y dejan de trabajar, en muchos casos se convierten en una carga de tiempo y dinero para sus hijos que puede durar décadas por la creciente esperanza de vida de las personas. Aún aquellos que lograron un patrimonio y ahorro muchas veces necesitan el cuidado de sus hijos para enfrentar la soledad, el sentimiento de improductividad y las enfermedades, especialmente las que los discapacitan para atenderse por sí solos, incluyendo el creciente número de personas que tienen alguna forma de demencia o alzheimer. Esto es más grave en familias como las europeas y asiáticas que tienen un solo hijo o hija sobre quien recae todo este peso.

Las sociedades tienen que prepararse para esto. Estos adultos mayores necesitan sentirse productivos, seguir trabajando aunque sea por horas, hacer voluntariados, seguir estudiando lo que les apasiona, encontrarse con sus amigos y otras personas en espacios premeditados para ese fin. También tendrá que encararse ética, legal y médicamente las opciones para la muerte digna.

Es hora de empezar a hablar en voz alta de estos asuntos.

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