El emblemático activista Nelson Mandela, fue el primer negro que se convirtió en presidente de la República de Sudáfrica -el país más austral del continente africano, camino a contar 60 millones de habitantes-, un día como hoy, en 1994. Como ha pasado a otros luchadores sociales, Mandela, nacido en Mvezo, cuando la nación tenía el nombre de Unión Sudafricana (1918), fue encarcelado dos veces por sus reclamos, primero 6 años y luego otros 27, es decir, un tercio de su vida, padeciendo el confinamiento en una prisión por mandato de la abusiva justicia blanca en un país mayoritariamente de población negra (87%). En realidad, los cambios en la sociedad africana e internacional que siguieron a la ola del final de la Guerra Fría -caída del muro de Berlín en 1989- y por tanto, el derrumbe del comunismo en el mundo, excitaron al siempre indoblegable Congreso Nacional Africano -Mandela fue uno de sus más imperturbables miembros durante su juventud-, promoviendo las presiones dentro y fuera del país para lograr su libertad, dado que purgaba cadena perpetua bajo la imputación de conspirar contra el gobierno. Madiba o Tata (Padre), como lo recuerdan en Sudáfrica, simbolizó la indesmayable lucha contra el denominado régimen del apartheid o de segregación racial. Cuando mandatario, dedicó sus mayores esfuerzos a la integración y unidad nacional, y en el retiro, ya convertido en figura planetaria, medió por las soluciones pacíficas en otros lugares del globo, laureado por su ungimiento de Premio Nobel de la Paz que había recibido en 1993.