Partimos del principio que ninguno de los candidatos podrá cumplir las promesas electorales de hacer reformas o grandes obras por tres razones: 1) Al no tener mayoría absoluta, necesita negociar y acordar con otros partidos para lograr los votos en el Congreso y eso siempre transforma (debilita o elimina) las propuestas originales. 2) Al no haber infinitos recursos, la priorización significa que no será posible desde el inicio hacer todo lo prometido. 3) Aún las buenas iniciativas, cuando tienen que pasar el filtro de las leyes, burocracia y ejecutores, pierden fuerza en el camino.
Entonces, ¿por quién votaría? Por aquél capaz de exhibir en su trayectoria el liderazgo de valores y acciones que evidencien su capacidad de ser consecuente con sus promesas y tener la capacidad articuladora del estadista.
Algunas características reconocibles de sus promesas y rol estadista serían estas:
1). Hablar honestamente de los errores cometidos en su vida por demérito propio, comentando las disculpas y reparaciones hechas.
2). Mostrar que escucha y construye sobre lo que proponen los otros, procurando articular voluntades en algunos ejes de política que tienen que ver con la atención a los más vulnerables, eliminar colas (señal de ineficiencia y poca empatía), promoción de la innovación desde el estado especialmente en justicia, salud y educación, con tolerancia cero a la corrupción.
3). Diálogo público y continuo con niños y jóvenes, aunque no sean votantes, mostrando con ello a la población la importancia de darle oídos a su voz.
Votaré por quienes se acerquen más a ese perfil.