¿Dónde preferiría vivir y educarse: en democracias como Noruega, Estados Unidos o Uruguay, o en sistemas autoritarios como China, Singapur o Cuba? Curiosamente, aunque muchos elegirían los primeros, las democracias que promueven sociedades abiertas y tolerantes, son los segundos los que lideran ese tipo de pruebas PISA y las similares en A.L.
Esto plantea si es adecuado medir la “calidad educativa” únicamente con datos estandarizados, ignorando valores, cultura y habilidades blandas. Las pruebas PISA, consideradas los “Juegos Olímpicos educativos”, crean una competencia que no refleja las necesidades reales de cada país.
China y Cuba sobresalen por su enfoque autoritario y la preparación intensiva de sus estudiantes, pero esto suele sacrificarse en creatividad y pensamiento libre y crítico. En cambio, las democracias valoran la participación ciudadana, la inclusión y la innovación, obteniendo resultados mediocres en PISA y similares en A.L.
La educación no puede reducirse a cifras. Su verdadero impacto radica en formar ciudadanos capaces de vivir vidas significativas y contribuir al desarrollo de sus sociedades. En lugar de obsesionarse con rankings, deberíamos preguntarnos qué tipo de sociedad y ciudadanos estamos formando.
Países como Finlandia, Dinamarca y Nueva Zelanda, que priorizan bienestar, democracia e innovación, son ejemplos más completos de sistemas educativos exitosos. La calidad educativa debe evaluarse desde una perspectiva integral, considerando el bienestar y las aspiraciones de los estudiantes, no solo el desempeño en pruebas estandarizadas.