Tengo una gran cercanía con el pueblo judío e Israel por mis vínculos de sangre por mi padre judío, quien huyó de las manos genocidas de Hitler durante el holocausto. Por ello, y muchas razones más, guardo un sentimiento y orgullo por la mística, fraternidad confesional del pueblo judío, así como por el desarrollo y progreso de Israel.
Pero hay mucho más que me permite expresar mi compromiso militante con el derecho de Israel a existir y vivir en paz. El año 1976 gané un concurso para ser maestro (moré) del colegio León Pinelo donde fui docente, tutor y director (actualmente soy director honorario). Es más, estuve en Israel con mis alumnos durante tres largos períodos de tiempo. Por eso he vivido de cerca 30 años con las costumbres, creencias y valores del pueblo judío. Y conozco la historia de grandes líderes israelíes como David Ben Gurrión, Isaac Rabin, Shimon Peres, entre otros.
Conozco los lugares históricos y confesionales del pueblo judío e israelí, pero también de las religiones cristiana y musulmana. Y he vivido personalmente en los Kibutz modelos auténticos de solidaridad, vida comunitaria y bienestar social. Es más, recuerdo con plenitud, hoy más que nunca, a los jóvenes israelíes (varones y mujeres) con sus armas, orgullosos de pertenecer al Ejército de Defensa de Israel.
Escribo este artículo, en esta oportunidad, conmovido por el ataque genocida y de insania del grupo Hamás contra Israel. No olvidemos que Hamás es una organización palestina basada en una ideología islamista militante y terrorista. Se caracteriza por generar dolor e impotencia como sus atrocidades cometidas -últimamente en pleno siglo XXI- movidos por el fanatismo, el odio y la crueldad sin límites de sus seguidores contra el derecho inalienable de Israel a existir. A su Estado y su pueblo les expreso genuinamente mi plena solidaridad y mis deseos de paz. Shalom Israel.