A menudo, las discapacidades intelectuales o de aprendizaje pasan desapercibidas debido a su naturaleza invisible. Mientras que las discapacidades físicas son fácilmente reconocibles, las limitaciones mentales requieren una deducción más profunda. Esta falta de visibilidad puede llevar a que los padres nieguen la existencia del problema, temiendo que afecte el futuro de sus hijos.
Una anécdota reveladora ilustra esta dificultad. Una madre, brillante en su época de estudiante, luchaba por comprender las dificultades de aprendizaje de su hija con TDAH. Incapaz de percibir la diferencia en el modo de pensar de su hija, culpaba a la falta de esfuerzo y no reconocía la necesidad de estrategias de aprendizaje diferentes.
Este “setting mental” de los padres dificulta la comprensión de las necesidades de sus hijos. Es crucial discernir entre desmotivación, desinterés y problemas neurológicos o emocionales, ya que cada uno requiere un enfoque distinto.
La identificación temprana de estas dificultades es esencial. Los profesores, como primeros observadores, desempeñan un papel fundamental en este proceso. Negar la realidad solo agrava los problemas futuros.
Las discapacidades invisibles, como el TDAH, y varias otras, no reflejan falta de inteligencia, sino la incapacidad de desplegar todo su potencial en entornos educativos convencionales.
En conclusión, un buen diagnóstico es clave para abordar estas dificultades. Reconocer la diversidad en el aprendizaje y adoptar estrategias adecuadas no solo beneficia el aprendizaje de los estudiantes, sino también enriquece su autoestima.