Esta semana, el Perú se convierte en el centro de atención de la región Asia-Pacífico al recibir en su capital a representantes de 19 países, incluidos 16 jefes de Estado o de Gobierno, en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Un evento de este calibre es, sin duda, una oportunidad clave para impulsar la economía peruana y atraer inversión extranjera. No obstante, la percepción que tiene la mayoría de los ciudadanos peruanos sobre esta cumbre es, en general, negativa. A pesar de la importancia de este evento para la economía nacional, la sensación predominante en la sociedad peruana es de escepticismo e incomodidad, causada por un gobierno que ha demostrado ser incapaz de gestionar los desafíos que enfrenta el país.

Más allá de las promesas de crecimiento y desarrollo que estos eventos internacionales pueden ofrecer, la realidad cotidiana en el Perú revela una situación alarmante. En vez de centrarse en los posibles beneficios que el APEC podría traer, los peruanos se ven preocupados por la suspensión de las clases presenciales, el paro nacional y la inseguridad ciudadana.

El Perú enfrenta el reto de recuperar la confianza de su ciudadanía y demostrar que los beneficios de cumbres internacionales como la APEC pueden traducirse en mejoras tangibles en la vida de sus habitantes. Esto requiere un liderazgo claro y decidido que priorice la estabilidad interna y que demuestre una comprensión real de las necesidades del pueblo.

No se puede seguir gobernando a base de respuestas improvisadas y soluciones desconectadas de la realidad.