Ojalá que el presidente Pedro Castillo haya escuchado la cátedra gratuita que dio la cantante criolla Bartola sobre la mala costumbre de diferenciar a las poblaciones por sus orígenes (“cholito”, “blanquito”, “zambito”). “No estoy de acuerdo, deberíamos dejar esas tonterías porque cada vez nos separamos (los peruanos)…”, manifestó la artista en una entrevista para YouTube.

Y es que ya es una constante en el mandatario chotano que, en sus discursos soporíferos, suelte la cantaleta de que “se han ensañado con este gobierno porque vengo del campo, porque no hablo como ellos, porque no me siento en mesas opulentas como ellos”. Una autodiscriminación racial y lingüística que se da la mano con la victimización, otra manía que tiene bien aprendida.

Un clasismo que la gran Bartola pulverizó con una frase en do mayor: “No soy afroperuana, yo me considero peruana. Mis familiares que vivían en una hacienda y estaban marcados, ellos fueron eso. Yo ya nací en el Perú, mi mamá es más cholita que el olluco con charqui y mi papá un moreno bellísimo”. Como maestro, por más tesis con plagio que tenga, seguramente Castillo Terrones podría entender la moraleja.

La verdad de la milanesa es que la prensa y la Fiscalía lo investigan porque, apenas se sentó en Palacio (aunque primero lo hizo en su búnker de Sarratea, bien agazapado), la corrupción extendió sus tentáculos en su círculo familiar -recordemos que su cuñada-hija Yenifer Paredes está presa- y las seis acusaciones del Ministerio Público en su contra por organización criminal no son gratuitas.

Así que más le vale cantar lo que sabe y prestarle oído a la tremenda lección viralizada de Bartola.