En “El libro de la distancia”, Roberto Pável Jáuregui retoma sus anteriores motivaciones poéticas e integra lo vivencial. La voz poética ha madurado, pero no deja de recoger las cenizas del camino transitado.
En “El libro de la distancia”, Roberto Pável Jáuregui retoma sus anteriores motivaciones poéticas e integra lo vivencial. La voz poética ha madurado, pero no deja de recoger las cenizas del camino transitado.

Cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, Wislawa Szymborska señaló que no solo le era difícil escribir la primera línea de su discurso, sino todo, pues debía hablar de . Hoy me corresponde hacer lo mismo, porque debo comentar EL LIBRO DE LA DISTANCIA, el nuevo poemario de Roberto Pável Jáuregui.

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Es complejo hablar de poesía porque muchas veces ni el mismo poeta puede escudriñar o hurgar en su propio trabajo. Eso sí, trata de entender su escritura y, cuando parece lograrlo, se da cuenta de que sus versos no siempre expresan lo que quiso revelar.

Al menos, gracias a Szymborska, yo acabo de comenzar. Debo hablar de la poética de Pável Jáuregui y valorar recursos, sentidos y temáticas que encuentro destacables.

Lenguaje poético

El lenguaje nos sirve para decir que el mundo es cotidiano, normal, común y ordinario. Decimos con naturalidad que la vida es un cúmulo de acontecimientos ordinarios; y el lenguaje generalmente refleja esta condición con expresiones del habla cotidiana. Sin embargo, en el lenguaje de la poesía, donde se sopesa cada palabra, ya nada es ordinario.

Muchos de nosotros hemos vivido la experiencia de perder a un amigo y expresiones como “siempre te voy a recordar” o “me duele tu partida” han brotado espontáneamente. No obstante, en la poesía el acontecimiento se vuelve eterno. “Tuve un amigo, lo estoy buscando / Él era grande y tenía un alma / y los libros le cantaban / historias de mares y de guerras (…) sucedió que una tarde / una nube cruel le ensució el alma / y su risa se volvió una playa / borrada por las olas”.

En el poema Amigo, la experiencia de la amistad perdida no solo se materializa en los versos; adquiere un grado de asombro y extrañeza. Pero no solo eso: la experiencia se vuelve trascendental y permite a los lectores apropiarse de ese “algo” que sucedió en el mundo ordinario, pero que en el ejercicio poético toma forma de imagen.

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Poética conceptual

En el mundo ordinario, los seres humanos necesitamos de las definiciones. Tendemos a nominalizar la realidad y pretendemos que las palabras nominen los comportamientos de la realidad. Dotamos a las palabras de significados con la esperanza de que con estas podamos entender lo que nos rodea.

Ya en Desagravio de la ceniza, el sujeto lírico que construye Pável Jáuregui se remite a los conceptos para que la poesía encuentre las definiciones que el ser humano aún no alcanza; “el tiempo: un verdugo amigable / o simplemente / todas las hojas perdidas al final de una calle”. Ahora bien, en este nuevo poemario, Pável retoma las mismas motivaciones poéticas, pero ya no dependiendo solo de lo conceptual, sino también de una voz poética emotiva que ha madurado y recoge las cenizas transitadas.

En Definición de la memoria, los lectores ya no encuentran una metáfora que privilegia lo retórico por sobre lo semántico; sino más bien apreciamos que lo conceptual se mezcla con las emociones; “portador de la memoria / mis recuerdos encienden luces / teñidas por las sombras / mis recuerdos son una sonrisa / que guardan una lágrima”.

Lejos de definir a la memoria como la facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado, lo que nos dice el sujeto lírico es que los recuerdos nos asaltan y se materializan en el presente. Son inevitables y sus efectos pueden generar momentos de tranquilidad o desasosiego. El amor está presente, pero la distancia irrumpe y distorsiona lo que en algún momento asumíamos como verdad.

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Novedad poética

Vladimir Maiakovsky señalaba que la novedad es obligatoria en la obra poética; “la novedad no presupone, evidentemente, la perenne enunciación de verdades o historias inéditas”. En la historia del mundo, tan ordinario como lo conocemos, ya existen grandes relatos que a cada instante pueden contener significaciones contemporáneas.

La novedad en El libro de la distancia es la resignificación de referencias filosóficas e históricas. Pável Jáuregui usa estas narrativas y las incorpora a la historia empequeñecida, limitada y trágica del hombre. La voz poética recrea, por ejemplo, la mitología que envuelve al ser humano y al minotauro en los designios divinos; “puede un héroe matar al monstruo / quebrar promesas, olvidar el amor pisotear las flores”.

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La poesía tiene el don de interpelar y logra que cuestionemos nuestros actos y creencias. Los lectores hemos ensalzado la figura mitológica del héroe griego que derrota al minotauro, pero no hemos sido capaces de reconocer que ese mismo héroe se aprovechó del otro y rompió las promesas olvidadas que, poco a poco, se ahogan en el egeo o se asfixian en el llanto de una mujer enamorada.

Lorrie Moore comentaba que en toda escritura hay algo de autobiografía, aun cuando el autor no cuente su vida, pues “la propia vida está siempre presente, recolectando y proveyendo asuntos y esto llegará hasta el propio trabajo por vías emocionales”. Pienso que la poética de Pável Jáuregui funciona así: en cada momento de su vida escoge momentos y, quitándole lo terrenal, los convierte en metáforas de tiempo.

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