¿Qué puede decirnos un libro llamado PEQUEÑAS HISTORIAS sobre las grandes preguntas que nos acompañan desde la infancia? Mucho, en pocas líneas. Este libro de Gloria Portugal (Trujillo, 1976) es, en verdad, un ingenioso laboratorio para estas interrogantes. En sus siete “historias” que lo conforman late un universo reconocible, pero sin moralejas expresas.
En la superficie vemos escenas simples y nítidas: una niña que juega con su amigo imaginario, un crayón blanco arrinconado en su caja, un niño que se resiste a dormir, un gato confundido, un caballo de carrusel que sueña con escapar, una cucaracha obsesionada con la limpieza, una tortuga bicéfala que discute sin cesar. Sin embargo, cada cuento proyecta un mundo propio, a la vez extraño y cercano, como para reconocernos.
Voces en juego
La voz narrativa, casi siempre en tercera persona y pegada al personaje, se afina para ser leída en voz alta. Las frases breves y flexibles se organizan en enumeraciones que funcionan como pequeñas partituras sonoras, como la banda de ovejas que desfila entre “tantantán, chischaschús y tututú”. El humor se filtra tanto en la situación como en la música de las palabras y convierte la lectura compartida en una escena de juego.
Desde esa aparente sencillez, el libro construye símbolos poderosos. Floripondio, por ejemplo, concentra la fuerza de la imaginación infantil, pero también la facilidad con que podemos usar y desechar aquello que hemos creado. El crayón blanco representa a quienes parecen invisibles hasta que encuentran la superficie adecuada; que su momento de gloria llegue sobre una cartulina negra subraya la necesidad de la oscuridad para que resalte la luz.
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Crítica metafórica
Otros revelan nuestra incapacidad para entendernos. El gato Mustafá formula un deseo que los adultos interpretan a su modo, y solo cuando la genio adopta un cuerpo felino es posible el entendimiento. Pili y Mili dramatizan, en clave humorística, la tensión de la convivencia entre hábitos saludables y autodestructivos, mientras el caballo de crines doradas encarna el anhelo de una libertad que tal vez nunca llegue a concretarse.
Sin proclamas explícitas, PEQUEÑAS HISTORIAS parece tomar partido por quienes habitan la orilla: la cucaracha refinada a la que los suyos consideran traidora, el ratón intolerante a la lactosa, la tortuga que bebe licor de cactus, seres “imperfectos” que incomodan al grupo. La crítica social asoma cuando leemos el uso compulsivo de aerosoles, la burla y la persecución como metáforas de exclusión cotidiana. Frente a ello, la imaginación aparece como espacio de resistencia: David convierte el mandato de dormir en desfile, la cartulina negra se vuelve cielo nocturno, la caja de Martina es a la vez refugio y cárcel.
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Voces que no encajan
El lenguaje de Gloria Portugal es directo y llano, pero introduce aquí y allá vocablos precisos que ensanchan el horizonte del lector, sin romper la fluidez. Los diálogos, breves y ágiles, hacen audibles los conflictos y acercan la narración al registro familiar. La oralidad se vuelve visible cuando los sonidos se estiran en la página e invitan a pronunciarlos en voz alta, como si el libro reclamara un lector dispuesto a encarnar sus voces.
Aunque cada “historia” tiene autonomía, el conjunto compone un pequeño sistema solar donde los personajes se reflejan entre sí. Todos experimentan algún tipo de desajuste: no encajan en la caja, en el establo, en la familia o en el propio cuerpo. De allí que se repitan motivos como la noche y el sueño, las cajas y caparazones, los cuartos prohibidos y la frontera entre adentro y afuera, que sugieren una pregunta de fondo sobre qué significa sentirse en casa o “en familia” cuando uno es distinto.
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Un libro pertinente
El trabajo del editor, del ilustrador y de la diagramadora es realmente excepcional. La edición en formato de álbum, de fondo celeste y nubes blancas, anuncia un cielo donde lo cotidiano puede elevarse sin perder la raíz. Las ilustraciones de colores vivos dialogan con el texto: Floripondio ensamblado, el crayón blanco abatido en la caja, Martina con sus guantes y bolsitas, la tortuga de dos cabezas girando sobre sí misma, imágenes que duplican la ternura, el desconcierto o la ironía de cada escena.
Tal vez, por estas razones, PEQUEÑAS HISTORIAS es un libro tan pertinente en tiempos de mensajes estridentes y discursos que simplifican la diferencia. En cada texto, una voz pequeña —un crayón, una cucaracha, un caballo y una tortuga testaruda— se abre paso con dignidad y nos recuerda que lo raro no es un defecto por corregir, sino un lugar desde el cual mirar de otra manera el mundo.
Leer estas páginas es aceptar la invitación a reconocer nuestras propias rarezas y a darles un sitio. Apreciado(a) lector(a), tras este florilegio de cuentos ingeniosos y emotivo, lo esperan el disfrute y la ternura. Pero también algunas discretas e insistentes preguntas que lo seguirán acompañando mucho después de cerrar el libro.





