La crítica literaria la plasmó Antenor Orrego a través de sus reflexivos y exploradores artículos publicados especialmente en los diarios que dirigió.
La crítica literaria la plasmó Antenor Orrego a través de sus reflexivos y exploradores artículos publicados especialmente en los diarios que dirigió.

El maestro, líder social, filósofo, escritor y periodista Antenor Orrego Espinoza nació el 22 de mayo de 1892, el mismo año en que vio la luz su hermano espiritual y artístico: el insigne poeta César Vallejo. Es decir, dicho año marca, de manera extraordinaria, la alborada de dos mentes que se fusionan en un solo crisol: la filosofía y la literatura.

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De esta manera, radicado en esta ciudad desde su niñez por decisión de su familia, estudió en el Seminario de San Carlos y San Marcelo y luego continuó en la universidad. Desde un comienzo, su sensibilidad y su intelecto fueron impactados por los efectos de varios acontecimientos primordiales que brotaron en diversas partes del mundo y de América, con serias repercusiones en las relaciones y condiciones de vida de los pueblos, de nuestros países y de la sociedad nacional e internacional, que determinaron radicales cambios en la educación y el arte; es decir, en la propia sensibilidad de los pueblos.

EL CONTEXTO NACIONAL E INTERNACIONAL

Varios hechos estremecieron el mundo y las relaciones internacionales a comienzos del siglo pasado, en cuyo conjunto podemos destacar: la revolución mexicana de 1910; la Primera Guerra Mundial, que estalló en 1914; la revolución rusa de los bolcheviques (de los campesinos y obreros soviéticos, en 1918).

Simultáneamente, la actividad literaria fue impactada por una nueva sensibilidad plasmada, primero, en el modernismo de Rubén Darío y nuestro compatriota José Santos Chocano, como réplica a los movimientos estéticos europeos, y posteriormente, en el postmodernismo, en cuyo horizonte se perfilaba la pluma de nuestro ilustre compatriota César Vallejo, especialmente en “Los heraldos negros”.

La crítica literaria la plasmó Orrego a través de sus reflexivos y exploradores artículos publicados especialmente en los diarios que le correspondió dirigir: “La Reforma” (de 1914 a 1920), “La Libertad” (1921), “El Norte” (1923 a 1934) y “La Tribuna” (1957 y 1958), así como en los prólogos a los poemarios “Trilce”, de César Vallejo; “El libro de la nave dorada”, de Alcides Spelucín; “Palabras de tierra” y “La dimensión de la piedra”, de Julio Garrido Malaver; “Las barajas y los dados del alba”, de Nicanor de la Fuente (Nixa). Además, hay que considerar las fraternas y estimulantes notas a “Fogatas”, de Eloy Espinoza, y a “Trinidad de luz”, de Claudio Saya.

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PALABRAS SOBRE “TRILCE”

Sobre “Trilce” de Vallejo, el maestro dijo: “Las palabras en su boca están preñadas de desnudo temblor. Sus palabras no han sido dichas, acaban de nacer. El poeta rompe a hablar, porque acaba de descubrir el verbo. Está ante la primera mañana de la creación y apenas ha tenido tiempo de relacionar su lenguaje con el lenguaje de los hombres. Por eso es su decir tan personal, y como prescinde de los hombres para expresar al Hombre, su arte es ecuménico, es universal”.

EL LIBRO DE LA NAVE DORADA DE ALCIDES SPELUCÍN

La opinión de Orrego fue igual de categórica: “En la lírica hispanoamericana constituye la poesía de Spelucín una nota característica y típica, por su fuerza creadora, por su vuelo emocional y efusivo, por su miraje nuevo auténticamente original de las cosas. En medio del nutrido gárrulo corro que se alza de la retórica vaciedad sudamericana, esta voz nos revela la América nueva”.

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SOBRE EL VANGUARDISMO DE “NIXA”

Al prologar “La baraja i los dados del alba”, del poeta liberteño radicado en Chiclayo, Nicanor de la Fuente, Antenor Orrego expresó: “I el Nixa familiar del grupo tiene el paso presto i fraternal para el amigo. I sirve a nuestras virtudes i a nuestros pecados, a nuestros caprichos i a nuestros malos humores con la misma solicitud amorosa, con la misma sonrisa subrayada de esperanza, con la misma efusión comprensiva i tolerante que entra por los poros del alma y se la apropia”.

LOS PRÓLOGOS A JULIO GARRIDO MALAVER

Al prologar el poemario auroral de Julio Garrido Malaver: “Palabras de tierra”, Antenor Orrego saludó alborozado el fresco libro del celendino, que se perfilaba hacia las mismas cumbres vallejianas: “He aquí la anunciación de un nuevo cantor, de un aeda de la tierra. Bien afincadas sus plantas en el suelo maternal y bien coordinada su modulación en el registro de los vientos. Aeda en el noble sentido antiguo: trashumante de ensueños, peregrino de metáforas, trajinante de caminos (…) Es el aeda nuevo de una tierra nueva”.

Y sobre el otro libro de Garrido, “La dimensión de la piedra”, el libro principal del celendino, a quien consideraba, junto a Vallejo, como los más importantes poetas peruanos, dijo: “Por el momento, sólo tiene la vibración admirativa de mi modesta voz, pero en cuyo fondo último palpita la certidumbre de su extraordinaria proyección en la cultura de América, como fehaciente valor universal de un mundo nuevo”.

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DOS POETAS NUEVOS DE SU TIEMPO: ELOY ESPINOZA Y CLAUDIO SAYA

La crítica a los poetas de alborada de su tiempo también se plasmó en el enjuiciamiento a Eloy Espinoza y Claudio Saya. Del joven integrante del Grupo “Norte”, escribió: “Este niño hidalgo, este mozalbete precoz, ha publicado un libro de versos. En él ha puesto las prematuras voces musicales de su desbordante y pletórica armonía interior. Irrumpe en esas páginas, polifónico y potente, el raudal melodioso de su alma nueva y cándida, de su alma exasperada por los interrogatorios lógicos de la vida, de la vida maternal y todoportadora, que vierte en este vaso vibrante el néctar capitoso del amor, del dolor y de la muerte…”.

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