La poesía de Miguel López encierra un sinnúmero de significados que, en medio de recuerdos y alegorías, trasciende la experiencia cotidiana y dialoga con otros lenguajes que el quehacer artístico permite conjugar y (re)crear.
La poesía de Miguel López encierra un sinnúmero de significados que, en medio de recuerdos y alegorías, trasciende la experiencia cotidiana y dialoga con otros lenguajes que el quehacer artístico permite conjugar y (re)crear.

En su análisis sobre la poética de Pedro Salinas, el poeta español Jaime Gil de Biedman señalaba categóricamente que la poesía siempre tendrá muchas cosas por decir; “la queda ante nosotros, abierta; aún tiene que decirnos muchas cosas”. Luego de leer La calle de los cíclopes, el primer poemario del escritor trujillano Miguel López Cruz, reafirmo la premisa de Gil de Biedman.

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La poesía de Miguel López encierra un sinnúmero de significados que, en medio de recuerdos y alegorías, trasciende la experiencia cotidiana y dialoga con otros lenguajes que el quehacer artístico permite conjugar y (re)crear.

Poesía y música

La propuesta poética de Miguel López tiene mucho que decir más allá de la semántica de sus versos. No solo hace referencia a las otras artes, sino que las cobija e integra en una unidad creadora.

La estructura de La calle de los cíclopes se expresa en siete Actos de contemplación, cada uno acompañado de una pausa musical. En el primer acto se interpela al lector y luego se le exhorta a escuchar el Concierto para violín 2 La Campanella, de Nicolo Paganini. Es necesario poner énfasis en esta configuración del discurso, puesto que constituye la propuesta estética de Miguel López.

El sujeto lírico revela sus percepciones, anhelos y aspiraciones, a partir de esa sensación mística que la música produce en todo ser humano. En el poema Paganini se lee, por ejemplo: “Amo la brevedad / un chasquido en la mano de Dios / ha roto una cuerda”.

La semántica del verso logra traducir el encuentro entre el violinista y su instrumento; pero, al mismo tiempo, expresa figurativamente ese pacto sagrado que desafía lo divino. Ahora bien, lo que la melodía nos susurra y nos deja como sensación es que el músico genovés se ha despojado de su condición terrenal para erigirse hacia la morada de los dioses.

En los otros actos se reproduce la estructura de la construcción discursiva y se mantiene la exhortación de escuchar música, antes de continuar la lectura. Pausa musical: Escuchar Tango pour Claude, de Richard Galliano; Escuchemos: Ella también, de Luis Alberto Spinetta; y así consecutivamente.

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Poética del recuerdo

En todo acto poético siempre está presente el recuerdo en sus diferentes manifestaciones. En algunos casos, este solo es el motivo o la circunstancia a la que recurre el poeta para recrear la escena de sus versos. En otros casos, ya es el motivo aspiracional a la que el sujeto lírico obsesivamente se entrega.

En La calle de los cíclopes, Miguel López propone una poética del recuerdo en la que las voces de los seres queridos y las de la infancia se instituyen en una constante de las reflexiones y certezas; “Papá, deshojaste tu cuerpo altivo / para que la luz me alcance / y empecé a germinar” (Origen); “Tus pies fundaron el fuego, / el corredor y el camino de piedras / hasta los abrevaderos” (Abuelo).

En la lectura de ambos poemas podemos reconocer que el sujeto lírico es consciente de que su existencia no es casualidad ni producto de circunstancias inexplicables, sino más bien de un pasado y de una tradición heredada a través de los años y que, gracias a sus antepasados, ha llegado hacia él. Poemas como Ansiedad o Al otro lado de la calle expresan este mismo pensamiento.

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Poesía y contemplación

La poesía es un acto de contemplación sobre las distintas posibilidades de la vida, de las que fueron y de las que vendrán. La poesía de Miguel López Cruz aspira a convertirse en ese acto de contemplación, no solo por la declaración explícita de su estructura o la idea de la vigilancia o exhortación constante, sino también por la atención espiritual y material hacia alguien o hacia algo muy especial.

Es una poética de la contemplación fenomenológica que recorta los momentos estéticos de la realidad. Pienso que el poema titulado Leonardo Sasso evidencia claramente esto último: “Miras en el espejo tu frente milenaria y celebras la edad / acomodas el gesto / la alegría ya no es fácil de interpretar (…) se cierra el telón / como una moneda, hoy rueda la muerte”. El poema es un homenaje póstumo al actor peruano y, al mismo tiempo, también es una contemplación poética de cómo el arte es capaz de recortar un breve instante para convertirlo en eterno.

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El inevitable retorno

En el poema Ulises, el sujeto lírico manifiesta sentir un profundo miedo por regresar a un hogar consumado por el olvido: “Siento un miedo irrevocable de volver a casa y que Argos no sepa quién soy”. La poesía es un regreso constante a lo que hemos sido y quizá aún somos. Es un retorno al morar por aquellas habitaciones que la memoria ilumina.

Con la poesía de Miguel López, nos convertimos en el atávico personaje de Homero que, luego de transitar por las calles de los cíclopes, tiene miedo de recorrer nuevamente los recintos de su pasado y encontrar en estos el olvido. No obstante, héroes y lectores sabemos que el retorno es inevitable. Es más: ese retorno resulta necesario.