Hace algunos años, el destacado filólogo español Carlos Lomas afirmó que “la escritura literaria nos invita a imaginar otros mundos posibles que acreditan que nada existe con anterioridad a las palabras, que nada está condenado de antemano al olvido, que todo comienza cuando alguien se sienta ante el papel o ante la ventana abierta del ordenador y enarbola un lápiz o coloca sus dedos sobre las letras del alfabeto en un teclado y escribe”.
VER MÁS: El referente en la poesía de Julio Garrido Malaver
Y esto es justamente lo que ocurre cuando el compositor y escritor “quiruvilquino de alma, corazón y vida” Walter Díaz Ramos toma la pluma y construye, en las páginas en blanco, imaginativas y aleccionadoras historias llenas de riqueza estética y formativa. ¡Todo se vuelve verosímil! No importa si los protagonistas son niños, animales, seres imaginarios, lugares o fenómenos naturales. La historia crea vida y, con ello, todos los mundos son posibles.
En los relatos de Walter Díaz, el animismo y la personificación se amalgaman y nos arrebujan en esos mundos fantásticos. Y, como dice Carlos Lomas, desde ese instante “nada está condenado de antemano al olvido”. Todo adquiere existencia y, como consecuencia de ese soplo de vida, una nueva realidad se vislumbra ante los ojos del lector.
PUEDE LEER: Gerson Ramírez y “El nombre de los días”
Walter Díaz y Nubolín
‘La imaginación y la creación siempre serán las mejores herramientas para reconstruir o mejorar la realidad’ parece decirnos el escritor. En un mundo cada vez más complejo, individualista y socialmente indiferente, sus historias nos devuelven la fe y la esperanza. A modo de fábulas, los relatos de don Walter nos aleccionan sobre el valor de la solidaridad, la preocupación social y la gratitud a la naturaleza. Y tras ese espíritu aleccionador, la lectura de estos reaviva nuestra fe en el ser humano y nos invita a soñar con un mundo mejor.
Podrán constatar lo expresado cuando lean NUBOLÍN, EL ELEFANTE BEBÉ DE NUBE, su más reciente publicación. En palabras del maestro y poeta Alberto Alarcón, “(este) relato no solo toca una realidad frecuente en nuestro país, sino que alimenta nuestro rico imaginario popular, tan creativo y valioso como los que han producido todas las culturas del mundo.”
“Nubolín” inicia con la imagen bucólica y, al mismo tiempo, trágica de un humilde pueblo de nuestra serranía: una nefasta sequía amenaza con sus terribles consecuencias a familias, animales y sementeras. “La tragedia es una espantosa sequía que pone en peligro de muerte no solo a la población de El Refugio (así se llama el pueblo), sino también a sus animales y a los productos agrícolas que siembran.”
LEER AQUÍ: La narrativa de Jorge Flores Chávez y los animales
Carencias y desolación
“En un pequeño pueblo llamado El Refugio, donde la actividad agrícola era el principal medio de vida, vivían Rosa y César, dos hermanitos de ocho y nueve años de edad, respectivamente, junto a sus padres, don Isaac y doña Sara. Desde hacía un buen tiempo, la sequía se había posesionado del lugar. La lluvia se hacía extrañar más que la ausencia de algún pariente o amigo.”
La ausencia de la lluvia empieza a causar estragos en la diaria alimentación de las familias y en sus estados de ánimo. No solo deben hacer sacrificios para alimentarse, sino que sufren la infinita tristeza por la muerte de sus animales.
“Sara y Rosita fueron tras César y, al llegar al corral, vieron una escena que traspasaba los límites de la tristeza. Isaac, abrazado a Moro, era presa de un sobrecogedor llanto… Moro, su amigo y compañero de muchos años, había muerto víctima del hambre y la sed.”
Pero, esta tristeza no doblega a los niños. La imaginación y la fe los mueve a actuar. César y Rosita “hicieron suyas las preocupaciones de sus padres” y subieron a la parte más alta de la montaña para suplicarle a Dios el envío de la lluvia bendita.
VER AQUÍ: Marco Martos y su cuento infantil “Los gatos de Coronté”
Pertinentes lecciones
La fe aunada a la acción pareciera ser una de las grandes lecciones que Walter Díaz nos imparte a través de “Nubolín, el elefante bebé de nube”. Gracias a la iniciativa de los dos niños, un hecho extraordinario ocurre en medio del cansancio y del sueño: una lluvia pródiga. Pero no solo eso: la serenidad y la comunicación empática, en medio de las circunstancias adversas extremas, emergen también con una esclarecedora luminosidad.
El individualismo, la incredulidad y la falta de fraternidad son sutilmente puestos en tela de juicio y se constituyen en motivos de reflexión en este fantástico relato. “Rosa y César, los niños protagonistas de este cuento, junto a sus padres asumen el problema y se proponen encontrar una salida recurriendo a la Divina Providencia y a su propia serenidad para evitar los conflictos con otros comuneros”.
Como ya lo manifesté en una anterior publicación, “casi toda la narrativa de Walter Díaz trae consigo una serie de enseñanzas tomadas de los ejemplos que nos dan los animales y las buenas personas”. Ahora, con Nubolín, los niños y los fenómenos atmosféricos también se suman a este propósito pedagógico.
Como dice el maestro español Carlos Lomas, aquí radica el valor de una obra, pues “nos invita no solo al juego de leer algo como si fuera real y cierto, sino también al juego de mirar el mundo de otras maneras (…).”
LE PUEDE INTERESAR
- Salpo mágico: el nuevo destino turístico en la región La Libertad
- La Libertad: Presentan muro de 4,500 años de antigüedad en Huaca Tomabal
- Chicama: “Ciudad de leyenda, llave y perla del Valle” en la región La Libertad
- La Libertad: El imponente santuario de Nuestra Señora de Guadalupe
- Cascas, un tesoro por descubrir en La Libertad
- La Libertad: La antigua iglesia de Jolluco, ubicada en la provincia de Gran Chimú
- La Libertad: Las “wankas” del distrito de La Cuesta