Cuando el alba aún no salía y el frío congelaba nuestros huesos, a las 4 y 30 de la mañana, Amanda, Soledad, Vicenta Donatilda, María, salían a trabajar a las calles. Unas empujaban sus carritos de emolientes, otras barrían las calles y compraban frutas para venderlas en una esquina.
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