El prestigioso Country Club Lima Hotel, fundado durante el gobierno de Augusto B. Leguía es uno de los hoteles más antiguos de la capital, sólo superado por el Gran Hotel Bolívar. En sus instalaciones alberga al exclusivo restaurante Perroquet, favorito de muchos sanisidrinos por su elegancia, comida y buen servicio. Visitamos el restaurante que presenta su nueva carta, una propuesta que se nutre de los insumos locales, pero mantiene su elegante e innovadora esencia a la que sus comensales están acostumbrados.

Elaborada por su chef ejecutivo, Danny Rojas, la nueva propuesta incluye una amplia variedad de platos que brindan una experiencia gastronómica única, donde el sabor peruano se encuentra más presente que nunca, pero sin perder la personalidad y elegancia del restaurante. Comienza la primavera y aunque aún estamos teniendo algunos días de frío, la terraza del local brilla más que nunca con los primeros rayos solares de la temporada. Y la música en vivo calienta aún más el ambiente. En el salón principal, la decoración suntuosa, los jarrones, cuadros y papel de colgadura, tienen una razón de ser. Son el escenario perfecto donde un servicio de saco y guantes blancos atiende solemnemente a los visitantes.

Comenzamos la visita con la canasta de panes que es un vicio que debe probar aunque sea una vez. De buena miga y variedad de sabores y presentaciones, el hotel tiene una panadería adjunta muy buena, y sus panes vienen de allí. No se los pierda. El primer plato llega con un ceviche frito a la crema de ají amarillo, camote, choclo y cebolla morada, fresco y muy sabroso. En las entradas también se incorporan un carpaccio de zucchini, uno de berenjena y ensaladas como la caprese con tomate y mozarella, y una verde con queso brie frito y praline de pecanas.

Seguimos con un untuoso trigotto con salmón a la plancha, un homenaje a un plato clásico italiano, el risotto, con giros contemporáneos que le da el chef y los productos de estación. Me hubiera gustado que la proteína sea un buen trozo de trucha peruana, pero se entiende que el público del local se incline más por el salmón y por ello la elección.

Continuamos con el magret de pato con pastel de papa, salsa de mostaza y mermelada de cebolla, que encantó en la mesa. Ya no es tan usual encontrar magret de pato en las cartas de los restaurantes y este en especial estaba realmente bueno. Seguimos con el ossobuco que se sirve de puré de polenta trufado, mucho sabor y precisión en el plato, la carne suave y tierna se parte con cuchara y la polenta cremosa se combina delicadamente con la proteína. Buen manejo de la trufa que no invade el plato sino que permite apreciar los sabores de cada ingrediente. Para finalizar la experiencia no deje de probar los postres a cargo de Vanessa Morales. Probamos el postre de lúcuma, mousse, helado de manjar y lúcuma, brownie y ganache de chocolate, delicado y muy sabroso.