¿Por qué gremios como el petrolero, minero o agrario hacen importantes campañas esclarecedoras por televisión después de que la toma de carreteras impide su actividad y lleva al Ejecutivo a negociar, y presiona al Congreso para sacar una versión alternativa de la ley del sector? ¿Por qué no antes? ¿Por qué no tener una presencia educadora continua de sus voceros para crear una cultura de reconocimiento a los aportes de cada actividad empresarial y de censura a los trasgresores y corruptos? Cuando un gremio censura a sus propios allegados corruptos o trasgresores, se prestigia y evidencia una estatura ética que tiene al Perú deseado como norte. Cuando los encubre, así sea con el silencio, termina siendo aliado de ellos porque en la imagen pública se generaliza a todos como trasgresores.

Les comparto una sospecha. Antes, los gremios conseguían la calma mediante estudios de abogados con cercanía a políticos y congresistas “allegados” y amistosos, que movían sus intereses sin quedar expuestos. Y mientras había “calma” podían cerrar los ojos a los trasgresores. Cada uno bailaba con su pañuelo cuidando el beneficio propio. Sin embargo, en esta generación digital capaz de producir movimientos populares como el de la “primavera árabe” o la vacancia presidencial, esa estrategia ya no funciona más. Hoy se demanda una exposición pública más proactiva para construir sentidos comunes que tomen en cuenta los intereses y necesidades de todos los actores del tema, y puedan diferenciar a los que se “portan bien” de los que se “portan mal”.

Reto educador que queda pendiente para el 2021.