El movimiento por el teletrabajo que empezó siendo la única opción para millones de trabajadores y estudiantes debido a la pandemia, ha hecho visible una serie de limitaciones que tiene esa modalidad de trabajo (o estudio) en comparación a la asistencia a las oficinas (o aulas). Es la razón por la que cada vez más las grandes empresas como Apple y Google y los bancos exigen de sus trabajadores regresar a las oficinas, al menos por tiempo parcial.

Los espacios de trabajo compartido, decoración, instalaciones anexas, corredores, cafeterías y las relaciones casuales, que actúan como un bálsamo para las mentes y microdescargas emocionales, se cortaron durante la pandemia. Se ha tratado más de cumplir con los plazos, cerrar tratos, entregar tareas, atender a los clientes gruñones y menos de relajarse e interactuar amicalmente inclusive con empleados de los diferentes departamentos.

En una escuela o centro de trabajo se produce un “caos orquestado”, que permite “colisiones casuales” o interacciones que provocan conversaciones inesperadas y nuevas ideas cosa que no puede suceder cuando no se encuentran. No son fuerzas que se pueden llevar al hogar.

Para los ilusionados con masificar el teletrabajo bien vale la pena tomar nota de estas dimensiones tan relevantes para la motivación, productividad y retención de los trabajadores. Junto con ello, gestionar bien el equilibrio entre la oficina y el hogar como factor de retención de los trabajadores, especialmente los más talentosos con más opciones, que pueden querer cambiar de trabajo si es que se les exige asistir diariamente a la oficina.