Los escolares estudian personajes del pasado como Napoleón, Marx, Hitler, Einstein, Roosevelt, Luther King o Mandela, pero hoy tienen ante sus ojos a Donald Trump y Vladimir Putin, dos líderes que desafían el orden mundial. Cada uno, a su manera, ha mostrado cómo un líder omnipotente puede someter a su sociedad y redibujar las reglas del poder.
Putin, con su gobierno autoritario, ha anulado la disidencia y expandido su influencia con la fuerza, como en Crimea y Ucrania. Para él, Rusia no es solo un país, sino un imperio a recuperar, sin importar costos humanos o políticos. Trump, en cambio, ha disrumpido las normas democráticas dentro de EE.UU. y su rol en el liderazgo mundial, sembrando desconfianza en sus instituciones y polarizando a la sociedad. Sus acciones están llevando a la refundación de la OTAN y tomar iniciativas desestabilizadoras como hacerse de Groenlandia y el Canal de Panamá, sentando un peligroso precedente que podría inspirar a Putin con los países bálticos o a China con Taiwán.
Estudiarlos no es solo analizar su política, sino comprender el liderazgo en tiempos de incertidumbre. ¿Qué hace que millones los sigan incluso cuando desafían la democracia y el orden internacional? ¿No es la misma pregunta que nos hacemos al juzgar a los nazis del pasado y su reaparición en el presente?
A diferencia de los personajes históricos que estudian los escolares, Trump y Putin no han pasado a la historia aún pero sus efectos se sienten en tiempo real, que debe estudiarse con el mismo rigor con el que se estudia el pasado, para entender el liderazgo generador de incertidumbre.