La historia del caballo de Troya es maravillosa por su actualidad. La humanidad seguirá narrándola hasta el fin de los tiempos porque la estrategia de Ulises continúa empleándose, sin variaciones. El presente griego, el caballo de madera dejado por los aqueos simulando una retirada, fue introducido en Troya por sus ingenuos habitantes que pensaron que la madera no hace daño, que los regalos no se desprecian y que la promesa del fin de la guerra debe saludarse con danzas, banquetes y fiestas.

Pero la realidad es cruel e irónica. El caballo de Troya guardaba en su interior a los guerreros griegos que abrirían las puertas de la ciudad al ejército que esperaba agazapado en la oscuridad. Cuando los troyanos reaccionaron, las espadas ya estaban sobre ellos y ese fue su fin. El incendio de Troya fue provocado tanto por la soberbia insensata de sus habitantes como por la terca astucia de sus invasores. La historia, maestra de vida, nos dejó una lección que nunca debemos olvidar.

Las ideologías, como las viejas herejías, no mueren. Reviven cada cierto tiempo con una fuerza inusitada, reclamando sus antiguos fueros, y luchando por el poder. El marxismo, una ideología tiránica, atea, fratricida y antidemocrática, resucita cada cierto tiempo, apelando a una metodología distinta. Lo que Sendero Luminoso no logró con la lucha armada, sus herederos ideológicos lo pueden alcanzar empleando la democracia. El último coche bomba logrará lo que el anfo de los terroristas no pudo conseguir. El último coche bomba destruirá la democracia desde adentro, utilizando las instituciones, volando en mil pedazos la Constitución para imponer el mundo utópico del socialismo del siglo XXI. ¿Eso quieres para el Perú?