Hay en la ciudad de Barbastro, en la capital del Somontano, un museo imprescindible, de visita obligatoria. En él se recuerda uno de los grandes capítulos en la historia de la Iglesia, el martirio de 51 claretianos que fueron asesinados por el marxismo durante la guerra civil española en 1936. La mayor parte de los mártires de Barbastro eran jóvenes seminaristas, menores de 25 años, hombres que se estaban preparando para ser misioneros y ayudar a los pobres.

Al principio, los milicianos revolucionarios decidieron matar a los sacerdotes mayores del seminario para asustar a los más jóvenes. También asesinaron al obispo, cortándole los testículos cuando lo torturaban. Muchos sacerdotes y laicos cayeron en aquella sangrienta persecución y los seminaristas claretianos vivieron los días de aquel verano sangriento encerrados en un salón donde los torturaban física y psicológicamente, rezando, soportando y perdonando. La historia de su martirio, las cartas que escribieron, la forma en que murieron, tendrían que ser materia de enseñanza obligatoria para todos los católicos en el mundo. Iban cantando a la muerte estas estrofas: “Jesús ya sabes soy tu soldado / siempre a tu lado yo he de luchar / contigo siempre y hasta que muera, una bandera y un ideal / ¿Y qué ideal? Por ti rey mío, la sangre dar”.

Algunos sostienen que las ideologías son inocuas, que no importa el sistema de pensamiento sobre el que se funda una política. La historia de los mártires de Barbastro nos demuestra lo contrario. Existen sistemas de pensamiento que destrozan la libertad y persiguen a la religión. El marxismo, por ejemplo. Ninguna ideología traerá el paraíso a la tierra. Un pedazo de cielo, eso son los mártires para la fe.